Eliminar las algas de las aguas residuales es fundamental para proteger el medio ambiente y garantizar un funcionamiento eficiente de las plantas. Las instalaciones de tratamiento de aguas residuales tienen la tarea de devolver el agua a un estado reutilizable, pero las lagunas y estanques de retención pueden convertirse en focos de floraciones nocivas de algas, especialmente en climas cálidos con exceso de nutrientes. Estas floraciones, compuestas en su mayoría por cianobacterias (algas verdeazuladas), dificultan el tratamiento al aumentar la demanda de oxígeno y los sólidos en suspensión. Al morir, contribuyen a la acumulación de lodos y liberan toxinas dañinas para humanos y vida silvestre, además de generar malos olores. Los métodos tradicionales como la filtración, el uso de alguicidas y la aireación ayudan, pero ya no son suficientes.

La misión de los sistemas de tratamiento de aguas residuales es un gran desafío y conlleva importantes responsabilidades. Quienes operan estas plantas deben recolectar aguas usadas y aguas negras, eliminar contaminantes y luego devolver el agua limpia tratada a las fuentes para su reutilización. Esta labor es altamente regulada, sin importar quién sea el responsable. Las plantas pueden ser de propiedad pública o privada, gestionadas por gobiernos locales o empresas contratadas. Además, compañías privadas como plantas eléctricas o refinerías de petróleo suelen contar con instalaciones propias para el tratamiento de sus aguas residuales. En Estados Unidos existen más de 16,000 plantas de tratamiento de aguas residuales. Un desafío de esta magnitud requiere una solución eficiente.