Las bodegas utilizan cantidades significativas de agua en la producción —alrededor de cuatro galones por cada galón de vino— principalmente para lavar y esterilizar equipos. El uso diario puede llegar a 5,000 galones, y gran parte de estas aguas residuales se reutilizan para riego o dentro de la propia bodega. Como resultado, las bodegas están administrando cada vez más su propio tratamiento de agua, funcionando como plantas de aguas residuales a pequeña escala. Cuando se recolecta agua para su descarga en lagunas o estanques, se pueden formar algas, particularmente en climas cálidos y áreas ricas en nutrientes. Estas algas deben ser removidas antes de que el agua pueda ser reutilizada o descargada de manera segura.

En respuesta, los enólogos pueden confiar en la filtración, la aplicación de alguicidas y la colocación de un dispositivo de aireación en el estanque. Si bien los productos químicos pueden ser eficaces y rápidos en la eliminación de algas, pueden tener efectos nocivos en el medio ambiente y requerir aplicaciones frecuentes. Los productos químicos también deben manejarse y almacenarse de manera segura. Si bien los dispositivos de aireación ayudan a reducir el suministro de alimentos para las algas, pueden ser costosos y, aunque útiles para contribuir a la salud del agua, no matan directamente las algas.